Érase unos
duendecillos que vivían en un lindo bosque. Su
casita pudo haber sido un primor, si se hubieran
ocupado de limpiarla. Pero como eran tan
holgazanes la suciedad la hacía inhabitable.
-Un día se les apareció la Reina de las hadas y
les dijo:
Voy a mandaros a la bruja gruñona para que cuide
de vuestra casa. Desde luego no os resultará
simpática...
Y 'llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba.
Llevaba seis pares de gafas para ver mejor las
motas de polvo y empezó a escobazos con todos.
Los geniecillos aburridos de tener que limpiar
fueron a ver a un mago amigo para que les
transformase en pájaros. Y así, batiendo sus
alas, se fueron muy lejos...
En lo sucesivo pasaron hambre y frío; a merced
de los elementos y sin casa donde cobijarse,
recordaban con pena su acogedora morada del
bosque. Bien castigados estaban por su
holgazanería, errando siempre por el espacio...
Jamás volvieron a disfrutar de su casita del
bosque que fue habitada por otros geniecillos
más obedientes y trabajadores.