El
mundo de los decimales
En la mesa de estudio de Miguel, había
una gran agitación. De sus deberes de
matemáticas habían salido los números
y se paseaban discutiéndose por encima
de los papeles. La coma de la operación
con decimales estaba confundida:
-¿Dónde tengo que estar yo?-decía
moviendo los brazos de un lado para otro.
Si me pongo un número a la derecha, el 3
se enfada. Y si me muevo hacia la
izquierda el que se enfada es el 8. A mí
me da igual. Yo lo que quiero es hacer
las cosas bien y que todos estemos
contentos.
-¡Yo tengo más derecho que el 8!-decía
el 3, que era muy orgulloso.
-¡Mentira, yo soy mayor y tengo
preferencia!-replicaba el 8.
-Eres mayor, pero menos importante.
-No sirvo para nada, mejor que me vaya-decía
triste la coma en vista de todo lo que
sucedía.
-¡Nooooooo!-se oyó por toda la mesa.
Todos los números estuvieron de acuerdo
en eso y se pusieron alrededor de la coma
para que no se fuera.
-Está bien, chicos, quiero decir,
números; me quedaré aquí, pero...
¿cómo resolveremos el problema?
Nadie sabía qué hacer. El 3 y el 8 no
se hablaban y ya se empezaban a formar
conjuntos a favor del 3 y conjuntos que
daban la razón al 8.
El 1 vió que las cosas no podían seguir
por ese camino y dijo:
-Pongámonos en fila para hablar de esta
envidia que nos tenemos los unos a los
otros.
Todos los números se pusieron en orden y
empezaron a discutir. Al cabo de un rato
de hablar sin decisión, aparecieron
sobre la mesa las hermanas más famosas
en el mundo de las matemáticas. Sí,
eran la suma, la resta, la
multiplicación y la división. También
conocidas como las
operaciones. Venían hablando y
cuchicheando sobre sus últimos trabajos
y al oir gritar al 1 se callaron de golpe.
-¿Qué os pasa, chicos?-dijo la
división.
Todos guardaron silencio, ya que la
división, a pesar de su aspecto amable e
incluso atractivo, era la operación más
temida por su fuerte carácter.
Finalmente, el 4, que casi no había
hablado, fue el que se atrevió a
explicar la situación.
-Pués que nadie tiene trabajo y se
pelean por ser más importantes.
Las operaciones se miraron con una
expresión entre divertida y de cierto
desdén, sin poder entender como habían
llegado los números a ese punto.
Hablaron en corrillo un minuto y acto
seguido encontraron la solución. Por
algo eran las más listas y admiradas.
-Pués nosotras os daremos trabajo-dijo
la suma, la más extrovertida y coqueta
de las cuatro.
Los números y la coma no lo podían
creer. ¿De verdad las cuatro hermanas
habían solucionado su gran problema?
Todos se juntaron para oir mejor lo que
les iban a proponer. Empezó a hablar la
división:
-Un grupo que venga conmigo que haremos
una división. No tengais miedo. Es
difícil, pero cuando se consigue es muy
satisfactorio.
-¡A mí me dais otro grupo y
multiplicaremos!-dijo la multiplicación,
la más divertida y risueña de todas.
-Y a mi otro grupo que restaremos-dijo la
resta un poco más bajito. Era un poco
tímida y pesimista, pero era tan
trabajadora como sus otras hermanas.
-Pués para mí los que sobren, incluida
la coma, que haremos una suma con coma.
¡Veréis que divertido!
Y así es como todos los números del
mundo tienen su trabajo. Y, además,
todos son suficientemente importantes.
¿No os parece?
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