El
Regalo mágico del conejito
Hubo una vez en
un lugar, una época de muchísima sequía
y hambre para los animales.
Un conejito muy pobre caminaba triste por
el campo cuando se le apareció un mago
que le entregó un saco con varias
ramitas. Son mágicas, y serán aún
más mágicas si sabes usarlas, le
dijo el mago.
El conejito se moría de hambre, pero
decidió no morder las ramitas pensando
en darles buen uso. Al volver a casa,
encontró una ovejita muy viejita y pobre
que casi no podía caminar. Dame
algo, por favor, le dijo.
El conejito no tenía nada salvo las
ramitas, pero como eran mágicas se
resistía a dárselas. Sin embargo,
recordó cómo sus padres le enseñaron
desde pequeño a compartirlo todo, así
que sacó una ramita del saco y se la dio
a la oveja.
Al instante, la rama brilló con mil
colores, mostrando su magia. El conejito
siguió contrariado y contento a la vez,
pensando que había dejado escapar una
ramita mágica, pero que la ovejita la
necesitaba más que él.
Lo mismo le ocurrió con un pato ciego y
un gallo cojo, de forma que al llegar a
su casa sólo le quedaba una de las
ramitas.
Al llegar a casa, contó la historia y su
encuentro con el mago a sus papás, que
se mostraron muy orgullosos por su
comportamiento. Y cuando iba a sacar la
ramita, llegó su hermanito pequeño,
llorando por el hambre, y también se la
dió a él.
En ese momento apareció el mago con gran
estruendo, y preguntó al conejito
Dónde están las ramitas mágicas que te
entregué?
Qué es lo que has hecho con ellas?
El conejito se asustó y comenzó a
excusarse, pero el mago le cortó
diciendo
¡No te dije que si las usabas bien serían
más mágicas! ?Pues sal fuera y mira lo
que has hecho!
Y el conejito salió temblando de su casa
para descubrir que a partir de sus
ramitas, todos los campos de alrededor se
habían convertido en una maravillosa
granja, llena de agua y comida para todos
los animales.
El conejito se sintió muy contento por
haber obrado bien, y porque la magia de
su generosidad hubiera devuelto la alegría
a todos.
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