El
secreto del gigante
Hace mucho tiempo
había un rey que tenía un hijo muy
valiente. Un día le dijo el príncipe a
su padre:
-Padre, voy a salir por el mundo en busca
de aventuras.
El rey se negaba a darle su permiso, pero
tanto insistió el príncipe, que por
fín el padre dió su consentimiento.
Montó el príncipe un hermoso corcel y
emprendió el viaje en busca de aventuras.
Después de mucho caminar, llegó a un
bosque por el cual tenía que atravesar.
Al internarse en aquella espesura, oyó
de repente rugidos, gruñidos, aullidos y
graznidos. Al llegar al lugar de donde
provenía aquel desconcierto encontrose
con cuatro animales; un león, un galgo,
una águila y una hormiga, todos
disputándose un venado muerto.
Al ver al príncipe, rugió el león,
diciendo; - Un momento, hombre. Como ves,
aquí peleamos porque no podemos decidir
qué parte de este venado toca a cada uno.
Dividelo tu entre nosotros y te
recompensaremos.
El príncipe dijo que lo haría con gusto,
y partió el venado en cuatro partes,
dando al león la parte trasera, al galgo
las costillas, al águila las tripas y a
la hormiga la cabeza.
Los animales quedaron conformes y el
león dijo: - Prometimos recompensarte y
así lo haremos. Se arrancó un pelo de
la melena y dándoselo al príncipe le
dijo: Toma este pelo. Cuando
quieras volverte león nomás dices
Dios y león y te volverás
león. Para volverte hombre, dirás nada
más Dios y hombre.
El galgo le dió tambien un pelo y le
dijo al príncipe lo mismo que el león,
solamente que para que se efectuara su
transformación diría, Dios y
galgo.
El águila le ofreció una pluma con las
mismas palabras diciéndole que dijera
Dios y águila cuando deseara
volverse águila.
La hormiguita ofreció al príncipe una
de sus cuernitos diciéndole lo mismo que
los otros animales, únicamente diciendo
Dios y hormiga cuando
quisiera volverse hormiga.
Agradeció el príncipe los regalos y
siguió su camino lleno de aventuras,
hasta que un día llegó a un castillo al
parecer desierto. Tuvo el príncipe vivos
deseos de penetrar al castillo, pero como
estaba enmurallado y bien resguardado no
le era posible traspasar los umbrales.
Acordose de pronto de los regalos hechos
por los animales del bosque y sacando la
pluma del águila dijo, Dios y
águila, y volviéndose águila
voló sobre el castillo. Al llegar a la
torre más alta vió una ventana abierta.
Parose sobre el alfeizar y descubrió en
el interior de aquella alcoba, a una
mujer profundamente dormida.
El príncipe dijo Dios y hombre,
y volviéndose hombre penetró en la
alcoba para ver mejor a la joven.
Despertó la dama en aquel instante y
sobresaltada le preguntó al príncipe: -
¿Señor, que hace usted aqui? Si el
gigante, dueño de este castillo lo
encuentra, lo matará sin piedad.
- Señora, dijo el principe, - no temo al
gigante, ya que he salido a recorrer el
mundo en busca de aventuras. Por lo que
veo, usted parece estar prisionera en
este inmeso castillo. Si en algo puedo
servirle, dígamelo al momento. - En
efecto, - dijo la joven, - soy prisionera
del gigante, pero dificil será que
persona alguna me ayude. El gigante vence
a todos los que luchan contra él.
En estos momentos se oyó una voz de
trueno que hacía retumbar el castillo, y
la dama le dijo al príncipe:
- Estamos perdidos. El gigante viene y no
hay ni un sitio donde pueda esconderse.
- No tema, señora, - dijo el príncipe,
y cogiendo el cuernito de la hormiguita,
dijo las palabras mágicas y se volvió
hormiga.
Entró an aquel instante el gigante
diciendo, - Señora, seguro estoy que
hablabas con alguien.
Buscó por todas partes pero no vió a la
hormiguita. Satisfecho el gigante, salió
de la alcoba.
El príncipe luego dijo Dios y
hombre, y se volvió a se ser
natural.
La joven estaba tan contenta que no
acertaba a decir una palabra, por fín
dijo al príncipe, - Señor, quizá sí
puedas salvarme. Pero para lograrlo
tendrás que matar al gigante, y para
conseguir esto hay que quebrar un huevo
que el gigante tiene escondido, y en ese
huevo, que nadie ha podido encontrar,
tiene bien guardada su vida.
Al día siguiente entró el gigante a la
alcoba de la joven y ésta le dijo, -
Señor, anoche soñé que vuestra vida
estaba en peligro. Un hombre rompía el
huevo que contiene vuestro secreto. - No
se preocupe, señora, ese huevo esta muy
bien escondido, díjole el gigante.
Se retiró el gigante pero interiormente
sentía una preocupación por si su vida
estuviera en peligro. En un abrir y
cerrar de ojos, el gigante se volvió
paloma y salió volando por la ventana.
El príncipe que lo había estado
atisbando, dijo Dios y águila,
y volviéndose águila salió
persiguiendo a la paloma.
La paloma llegó a una cueva de done
sacó una cajita en la que estaba un
huevo. En este instante llegó el águila.
La paloma al verla, se volvió coyote. El
coyote se tragó el huevo y salió
corriendo. Entonces el príncipe al decir
Dios y león se convirtió en
león y persiguió al coyote, pero éste
al ver al león, se transformó en liebre
escondiéndose en la maleza donde el
león no podía encontrarla.
El príncipe de pronto dijo Dios y
galgo y transformándose en galgo
siguío a la liebre que al verse casi
atrapada logró volverse paloma. El
príncipe de súbito tambien se volvió
águila una vez más y siguiendo muy de
cera a la paloma logró atraparla.
Descendiendo con la paloma muerta en más
garras logró quitarle el huevo del buche,
y de un picotazo lo deshizo, quedando en
lugar de la paloma muerta el horrible
gigante ya sin vida.
El águila voló hasta el castillo y
entrando a la alcoba de la joven dijo
Dios y hombre volviendo a
tomar su figura natural.
Tomó en sus brazos a la bella joven y ya
sin temor del gigante se casaron y
vivieron muy felices transformando aquel
castillo antes solitario y triste, en un
nido de amor y felicidad
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