La
caja de los deseos
En
una pequeña aldea situada al pie de una hermosa
colina coronada con unas majestuosas rocas,
vivian dos hermanitos llamados Marc y Pau.
Los niños siempre jugaban en las rocas en lo
alto de la colina, saltando y brincando sobre
ellas y merendando su pan con higos sentados al
sol de media tarde. Un día de verano, ya casi a
punto de ponerse el sol, Marc vio algo que le
llamó la atención en una pequeña grieta de las
formaciones rocosas; se acercó despacio y
curioso mientras llamaba a su hermano Pau:
- Pau corre ven, ¡aquí hay algo !
Pau respondió mientras se quitaba una piedrecita
de dentro del zapato:
- ¡ ya voy ! no hace falta que grites tanto -
dijo sacudiendo su cabeza mientras ponía los
ojos en blanco suspirando por el repentino y
ensordecedor entusiasmo de su hermano.
Un minuto más tarde ambos hermanos estaban
enfrente de la abertura de la roca, de pie, uno
al lado del otro, mirando fijamente algo que
allí se encontraba. De repente Pau, golpeando
con cu codo el brazo de su hermano exclamo:
- ¡ ¿ qué estamos esperando ? , ¡ vamos a ver
que es !
Los dos se arrodillaron frente al objeto, una
pequeña caja del tamaño de una caja de zapatos.
La caja era de madera de olivo, finamente pulida
y abrillantada, con un cierre de bronce. Al lado
de la caja había un pergamino con un mensaje que
decía :
" Esta es la caja de los deseos, pídele a
nombre de Aliamar aquello que necesites y te lo
va a dar"
Los dos hermanos, con los ojos como platos, sin
decir palabra cogieron la caja y corrieron a su
casa.
Una vez en su habitación, Marc exclamó:
- ¿ Qué podemos pedirle a la caja ?
- ¡ Un montón de caramelos ! - grito Pau
Marc, delante de la caja, se puso serio, respiró
hondo y dijo :
- Cajita bonita, en nombre de Aliamar, ¡
caramelos queremos tomar !
De pronto un ruido se escuchó dentro de la caja
y Pau se apresuró a levantar el cierre de bronce
y abirendo la caja descubrió muchísimos
caramelos de sabores.
- ¡ Que maravilla ! gritaron los niños y Marc
se apresuró a tomarlos de la caja y dejarlos
sobre la mesa.
- Más más - dijo Pau - ¿ Que más pedimos ?
- Ahora lápices de colores - respondió Marc, y
acto seguido dijo :
- Cajita bonita, en nombre de Aliamar, danos
colores para poder pintar.
De nuevo ese ruido y dentro de la caja
aparecieron una docena de láoizes de colores.
Los niños estaban entusiasmados, daban saltos de
alegría
- ¡ Que suerte hemos tenido ! - decía Pau - ¡
esta caja es una pasada !- Exclamaba Marc.
Día tras día los niños pidieron a la caja
montones de cosas, canicas, unos tirachinas, unas
sandalias nuevas, galletas, helados...todo
aquello que deseaban lo podían conseguir con
aquella cajita mágica y misteriosa que
encontraron en lo alto de la colina.
Al cabo de un tiempo, una tarde, ya cansados de
jugar con todo lo que conseguían y de comer todo
lo que se les antojaba, los dos se sentaron en su
cama, mirando la caja mientras ponían cara de
pensar mucho...y de repente Pau dijo:
- Hemos conseguido muchas cosas y nos lo hemos
pasado muy bien, pero yo ya me cansé un poco y
quiero cosas más grandes y más divertidas.
Marc lo miraba con cara de estar de acuerdo, pues
era justo lo que él estaba pensando, así que
respondió:
- Claro, esta caja es mágica, puede hacer
cualquier cosa ¡ pidamosle algo bien grande y
estupendo !.
Así como los dos hermanos se dispusieron a
pedirle a la caja algo bien grandote. Tomaron la
caja y saliendo fuera de su humilde cabaña Marc
depositó la caja en el suelo y mirándola se
aventuró a decir:
- Cajita bonita, en nombre de Aliamar, ¡
queremos un caballo para poder galopar !
Un ruido atronador comenzó a escucharse dentro
de la caja y ésta empezo a pegar brincos encima
de la mesa.
Los niños daban saltos de alegría pensando que
el caballo estaba a punto de aparecer delante de
sus ojos, cuando de repente una fuerte explosión
de humo negro pareció surgir de la caja
invadiendo el lugar. Marc y Pau con la cara
cubierta con sus manos no se atrevían a mirar,
asustados por lo que acababa de suceder.
Pau fue el primero en abrir los ojos y vió que
el humo se había disipado. Mirando al suelo con
cara de sorprea tomo de la manga de su hermano
dándole pequeños tirones para que ésta abriera
los ojos. Cuando Marc abrió los ojos no se lo
podía creer...no había ningún caballo, ni un
pony, ni siquiera un burrito, nada, no había
absolutamente nada y....¡ ¡ incluso la caja
había desaparecido !.
Los dos hermanitos, sin pronunciar palabra,
comenzaron a andar cabizbajos camino a su
habitación. Una vez allí volvieron a sentarse
sobre su cama cuando Marc se percato de algo,
todas las cosas que les había dado la caja
también habían desaparecido.
- Las cosas que nos dió la caja ya no están -
le dijo Marc a su hermano.
- Es cierto - respondió Pau - no queda nada. -
añadió mientras recordó las galletas, pasteles
y caramelos y pensó - "al menos eso ya no
nos lo quita nadie" - mientras hacia una
mueca de frustación con sus labios.
Los dos, con cara de mucha pena, entendieron
enseguida lo que acababa de ocurrir. Habían
tenido la gran suerte de encontrar la caja de los
deseos y pudiendo conseguir todo lo que aquella
cajita les daba, no se conformaron y forzando las
cosas fueron demasiado irresponsables con su
suerte y habían enviado la caja de nuevo al
mundo mágico de donde debió venir. Los dos
aprendieron que a veces no hay que tentar a la
suerte y ser agradecidos con lo que la misma nos
depara, siendo precavidos y cuidadosos con
aquello que hemos conseguido sin dejarnos llevar
por el entusiasmo y el descontrol.
Autor :
Merce Jou
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