La
semilla de la verdad
Había una
vez un niño llamado Pablo, que vivía con sus
padres y sus dos hermanas. Pablo era un niño
simpático y alegre, pero tenía un defecto , no
siempre decía la verdad, es decir, que mentía
descaradamente cuando la ocasión se le
presentaba.
Ese día era el cumpleaños de Pablo y su madre
le regaló una pequeña fuente de agua decorativa,
con una pequeña cascada y alegres enanitos y la
puso en su habitación encima de la cómoda.
Mientras conectaba la fuente a un enchufe para
que la bomba hiciera correr el agua dijo :
- Esta preciosa fuente alegrará tu cuarto.
- Es muy bonita mama, muchas gracias! -
respondió feliz Pablo.
Pasaron los días y la pequeña fuente alegraba
la habitación de Pablo con el sonido del agua y
sus alegres colores.
Una tarde, paseando por el bosque recogiendo
piñas para la chimenea, Pablo encontró lo que
parecían una semilla a los pies de un viejo y
espléndido pino. Era redonda y brillante, de
color amarillo y llamó poderosamente su
atención. Se agacho a recogerla y se quedó
hipnotizado, era una esfera preciosa. Sin dudarlo
se la metió en el bolsillo.
Al llegar a casa dejo el cesto con las piñas al
lado de la chimenea y subió corriendo a su
habitación. Sacó la semilla de su bolsillo y se
quedó contemplándola.
- Tiene que ser la semilla de una planta muy
hermosa - pensó, y de repente tuvo una idea - ya
se ! la pondré dentro del agua en la fuente y
seguro que crece !
Sin pensárselo colocó delicadamente la semilla
en el pequeño cuenco de la base de la fuente.
Al día siguiente por la mañana Pablo dormía en
su cama cuando algo le hizo abrir los ojos. Eran
unos cánticos armoniosos y delicados. Unas
diminutas voces cantaban en un idioma desconocido
pero hermoso y la melodía parecía venir del
mismísimo cielo.
Pablo se sentó en la cama, extasiado por lo que
estaba escuchando, y enseguida se dio cuenta de
donde provenía ese canto tan extraordinario. En
la fuente había crecido una hermosa y bella
planta que contenía unas lindas y delicadas
florecillas en forma de campanilla de color
turquesa. Las flores parecía mecerse al ritmo de
la entonación.
- ¡ Esas flores cantan ! - exclamó Pablo con
los ojos abiertos como platos.
Cada mañana las hermosas flores daban los buenos
días a Pablo con su dulce cantar, mientras los
primeros rayos de sol iluminaban sus pétalos y
Pablo se sentía feliz por poseer algo tan
hermoso y a la vez tan inaudito, disfrutando
mucho con aquellos cantares embriagadores que le
alegraban las mañanas.
Una tarde una de sus hermanas entró en su cuarto
y viendo la planta en la fuente preguntó:
- ¿ De dónde has sacado esa planta tan bonita ?
Pablo se quedó pensativo unos segundos y
respondió :
- Pues...me la regaló una ancianita que iba al
mercado a vender sus plantitas cuando la ayudé a
cruzar la calle - dijo mintiendo porque no
quería que nadie más encontrara y tuviera esa
semilla.
La hermana de Pablo salió del cuarto y cuando
éste miró hacia la planta se dio cuenta que una
de las flores se estaba cerrando, quedando como
un capullito con sus pétalos apretaditos.
- Que extraño - pensó - pero no le dió mucha
importancia.
A la hora de merendar Pablo bajó a la cocina y
como no había nadie tomó a hurtadillas una
magdalena con pepitas de chocolate que había
recién hechas en el horno y se la comió con
ansias ¡ qué rica estaba !. Sus hermanas
entraron en la cocina seguidas de su madre, que
dirigiéndose a los tres hermanos dijo :
- Tomad una magdalena , he hecho una para cada
uno - y acercándose al horno vio que la puerta
estaba abierta y faltaba una magdalena
- Oh ! ¿ qué ha pasado aquí ? solo hay dos
magdalenas !- exclamo la mama de Pablo
Pablo se encogió de hombros y dijo - que raro
mami, yo acabo de entrar en la cocina y no sé
nada - mintió de nuevo.
La mama de Pablo pensando que se dejaría la
puerta del horno abierta y algún ratoncito
podría haber robado la magdalena, partió las
dos magdalenas en tres trocitos cada una y dio un
par de trozos a cada uno de sus hijos - espero
que os gusten y os aprovechen - les dijo con
cariño.
Pablo nuevamente había mentido llevado por la
gula y además ¡ se había llevado a la barriga
más parte que sus hermanas !.
Cuando volvió a su habitación dispuesto a hacer
los deberes de la escuela se dio cuenta que otra
de las florecillas estaba cerrada. Se quedó un
tanto extrañado pero sin prestarle mayor
atención se sentó en su escritorio a realizar
las tareas.
Al día siguiente por la mañana, el canto
proveniente de las flores era más apagado. Eso
era algo lógico, puesto que dos de las flores
estaban cerradas y ya no cantaban. Pablo se dio
cuenta de aquello.
- No suena tan bien como antes - pensó - pero no
importa, igualmente la puedo escuchar y disfrutar.
Como Pablo era un niño muy mentiroso, continuó
diciendo mentiras una tras otra hasta que una
mañana despertó en medio de un absoluto
silencio. Las florecillas estaban todas cerradas
y ya no cantaban. Pablo se quedó muy triste y
pensando y pensando en que podría haber pasado.
De repente comenzó a sollozar.
La mama de Pablo escuchó los lamentos de su hijo
y entró en la habitación.
- ¿ Qué te pasa cariño ? ¿ porque lloras ?
Pablo dudo si contarle a su madre lo que estaba
pasando pero estaba tan apenado que le salió del
alma decir la verdad:
Las florecillas de la planta cantaban mama, eran
canciones tan hermosas como jamás había
escuchado en toda mi vida y ahora han dejado de
hacerlo, ya no cantan mama.
La mama de Pablo, sorprendida ante las palabras
de su hijo, le abrazó pensando que aquello eran
cosas de la imaginación de un niño de 8 años,
y por encima del hombro de su madre, Pablo vio
como una de las florecillas se abría.
Los pelos se le pusieron de punta emocionado y
como era un niño muy listo enseguida supo lo que
estaba pasando.
- Mama- tengo algo que decirte - dijo - la semana
pasada fui yo quien se comió la magdalena - y
mirando por el rabillo del ojo vio empezar a
abrirse otra de las pequeñas florecillas.
- Mmmm eso no está bien hijo, me mentiste !
- Lo sé mama perdóname, no lo volveré a hacer
La mama de Pablo, paciente y cariñosa, puso una
mano sobre su cabeza acariciando su cabello y le
dijo:
- Hijo mío, mentir no es bueno, causa daño a
quienes te quieren y confían en ti y puede
marchitar las relaciones con los demás. Me duele
que me mientas - prosiguió- pero eres mi hijo y
yo te quiero igual.
Pablo bajo la cabeza avergonzado por ser tan
mentiroso con su madre la cual le había
demostrado lo mucho que le quería no enojándose
con él.
Cuando su madre salió del cuarto se levantó
corriendo y fue a la habitación de su hermana
Gisela tocando a la puerta - toc toc -
- Adelante - dijo Gisela.
- Tengo que decirte algo hermana - dijo Pablo
decidido - la planta de mi fuente proviene de una
semilla que encontré en el bosque, el otro día
te mentí.
Gisela frunció el ceño - hay hermanito ! mira
que eres mentirosillo ! - dijo mientras peinaba
su larga melena negra sentada delante del espejo
- me duele que me mientas porque yo te quiero
mucho y confío en ti - continuó diciendo
mientras se levantaba y le daba un abrazo a su
hermano - me alegro que me hayas dicho la verdad
- y le plantó un sonoro beso en la mejilla.
Pablo dejó escapar un suspiro arrepentido por
haber mentido a su hermana y tras devolverle el
beso echó a correr por el largo pasillo hasta
llegar de nuevo a su habitación plantándose
delante de la cómoda aguantando la respiración.
Tal y como él había comprendido que sucedería,
una nueva flor había abierto sus pétalos.
Durante todo ese día fue totalmente sincero con
su familia y a la mañana siguiente los cánticos
de las flores volvieron a deleitarle los oídos a
Pablo, el cual se hizo la firme promesa de no
volver a mentir nunca más, entendiendo que
aquellas flores representaban el amor y la
honestidad y que sus hermosos cánticos le
acompañarían por siempre cada mañana
recordándole que nunca debe fallar a los que le
quieren y aprecian.
Autor :
Merce Jou
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