Las
princesas delicadas
Había una vez tres princesas llamadas
Susana, Juana y Ana que eran muy altas,
guapas y sanas y siempre estaban muy
alegres y con ganas de jugar y divertirse.
Sus padres, los reyes, estaban muy
contentos con sus tres hijas porque nunca
se ponían enfermas. Pero de repente un
día, sin que nadie pudiese explicar la
causa, las tres princesas se hicieron muy
delicadas.
La princesa Susana, la mayor de todas,
estaba paseando tranquilamente por el
jardín del palacio, cuando unos pétalos
de rosas le rozaron ligeramente en la
cabeza. La princesa cayó al suelo
desmayada con un enorme chichón. Los
médicos pudieron curarla de aquel golpe
pero la princesa Susana quedó delicada
para siempre.
Otro día, la segunda princesa, Juana, se
despertó con una gran herida en la
espalda. Cuando buscaron la causa de la
herida descubrieron que había sido
producida por una pequeña arruga de las
sábanas. Los médicos pudieron curar la
herida, pero la princesa Juana quedó
delicada para siempre.
Entonces los reyes muy asustados
decidieron construir una urna de cristal
para meter en ella a la princesa Ana, la
más pequeña y hermosa de las tres
princesas. En el salón más grande del
palacio los ingenieros reales
construyeron en pocos días una enorme
urna con las paredes y el techo de
cristal. Dentro vivía la princesa y no
la dejaban salir. Los reyes llegaron a
pensar que a su hija pequeña no le iba a
pasar nada y que no se haría delicada.
Pero un día entró en la urna un
pequeño mosquito y con el aire producido
por el movimiento de sus alas se resfrió
la princesa. Los médicos pudieron curar
el resfriado pero la princesa Ana quedó
delicada para siempre.
Todavía los reyes no se han puesto de
acuerdo sobre cuál de sus hijas es la
más delicada.
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