Los
siete hermanos Brown, Simon, Tora, Eric, Lily,
Christianna, Sebastian y la pequeña Aggy,
posiblemente sean los niños más traviesos que
jamás hayan existido. Cuidar de su prole y
trabajar en la funeraria local es más de lo que
puede hacer su pobre y agobiado padre. Su esposa
murió hace apenas un año y su tía Adelaide,
una mandona insensible que le ayuda a llegar a
fin de mes, amenaza con retirarle la pensión si
no se casa dentro de 30 días. El Sr. Brown sabe
que si no lo hace, irá a la cárcel por no poder
pagar las deudas y prefiere no pensar en el
destino reservado a los niños Decide no
decir nada a sus hijos, pero éstos se enteran y
creen que su padre no les quiere lo suficiente
para decirles que van a tener una madrastra. Se
comportan todavía peor, si cabe, y consiguen,
mediante insoportables travesuras, echar a otra
niñera. Simon, el mayor y cabecilla, apunta el
tiempo que ha durado cada una de las diecisiete
niñeras y las travesuras con las que
consiguieron echarlas.
Todo el
mundo le dice al Sr. Brown que necesita a una
niñera muy especial, Nanny McPhee, pero no
sabe quién es ni cómo encontrarla.
Nevará en agosto antes de que esto se
solucione, le dice la Sra. Blatherwick, la
cansada cocinera, a Evangeline, la criada que
adora a los niños a pesar de su comportamiento.
La familia Brown necesita un milagro, y llega
Nanny McPhee.
Una noche,
mientras los niños están literalmente
destrozando la cocina, el santuario de la Sra.
Blatherwick, donde tienen prohibida la entrada,
la legendaria Nanny McPhee aparece en la puerta.
Es una mujer pequeña de aspecto serio que se
hace cómico de tan feo. Tiene la nariz bulbosa,
una sola y repulsiva ceja le cruza la frente, dos
verrugas peludas decoran su cara, pero lo peor es
un tremendo diente salido. El Sr. Brown duda que
sea ésta la persona que todos le recomiendan,
pero no es capaz de dar respuestas satisfactorias
a las preguntas de Nanny McPhee. ¿Dicen
gracias y por favor?, le pregunta ella.
¿En qué contexto?, contesta él,
sin saber qué decir. Nanny McPhee da su
veredicto: Sus hijos me necesitan. Se
dirige a la cocina para enfrentarse por primera
vez a los temibles niños Brown que se quedan un
poco cortados ante el alarmante aspecto de la
buena mujer. Pero deciden ignorarla y jugar
en la cocina toda la noche.
Basta con
un golpecito de la varita mágica de Nanny McPhee
para que todo cambie. Ya no controlan sus juegos
y se dan cuenta de que tendrán que pasarse la
noche jugando en la cocina les guste o no, si no
piden a Nanny McPhee que les deje parar. Simon se
enfrenta a la niñera por no decir por
favor, pero cuando parece que por su culpa
la cocinera hervirá y Aggy volará en
pedazos, Simon se rinde y pronuncia la
palabra por primera vez. Y lo hace con educación
En un
instante, la cocina está impecable. Ni la
cocinera ni Evangeline recuerdan lo que ha pasado
ni la magia de la que han sido testigos. Pero los
niños sí se acuerdan, y lo más pequeños temen
haber encontrado a una contrincante a su medida.
Nanny
McPhee entra en la habitación de los niños y se
dedican a ponerse motes un poco groseros en vez
de decirle sus auténticos nombres. Pero la
niñera ya sabe cómo se llaman, y antes de
apagar la luz, les dice lo siguiente:
Mientras me necesitéis, pero no me
queráis, deberé quedarme. En el momento que me
queráis, pero ya no me necesitéis, deberé
irme. Nunca la querremos,
contesta Simon, tan desafiante como siempre.
Entonces nunca me iré, le contesta
la niñera con tranquilidad, antes de desaparecer
escaleras abajo
En los
días siguientes, los niños descubren que
cualquier travesura se vuelve en su contra. Nanny
McPhee parece divertirse haciéndoles catar su
propia medicina. Pero la vida del Sr. Brown se
complica aún más con la llegada de tía
Adelaide, que ha venido a llevarse a una de las
chicas para hacerle compañía. Los niños se
enteran y visten a los animales de compañía con
las mejores galas de las chicas con la esperanza
de que tía Adelaide, una mujer muy miope, se
lleve a uno de ellos. Pero la anciana ve a una de
las chicas y la atrapa. A los niños no les queda
más remedio que pedir ayuda a la mujer que dijo
que estaría mientras la necesitasen.
Nanny
McPhee reacciona y distrae a tía Adelaide
haciendo bailar al asno. Pero alguien deberá
acompañar a la anciana cuando se vaya. Todas las
chicas Brown se ofrecen, pero Simon salva la
situación pidiendo a Evangeline, la criada, que
se muere por ser una dama, que acompañe a tía
Adelaide. Evangeline acepta; tía Adelaide no se
da cuenta de que no es una de sus sobrinas. Las
chicas están a salvo y empiezan a comprender que
su niñera quizá no sea una enemiga. Además,
algo muy misterioso pasa con el aspecto de Nanny
McPhee. Las verrugas han desaparecido, la nariz
es más pequeña y en vez de una única ceja, ya
tiene dos. ¿Quién ha cambiado, ella o la
actitud de ellos?
Se acerca
la fecha límite para el Sr. Brown y, muy a pesar
suyo, invita a tomar el té a la tremenda Sra.
Quickly, que bebe los vientos por él hasta el
punto de haber intentado conquistarle durante el
entierro de su tercer marido. Simon quiere hablar
con su padre de la Sra. Quickly, pero como no le
hace caso, los niños piden ayuda a Nanny McPhee.
Aunque no les ayudará directamente, promete no
interferir cuando los niños intenten echar a la
viuda.
Llega la
Sra. Quickly y empiezan las travesuras: un sapo
en la tetera, gusanos en los sándwiches, una
tarántula entre sus rizos rubios sólo sirven
para acercarla más al Sr. Brown. Al final, la
viuda se va enfurecida, convencida de que el Sr.
Brown ha intentado seducirla y de que no quiere
casarse con ella. El Sr. Brown, desesperado,
cuenta la situación a sus hijos. Nanny McPhee
dice a los niños que deben encontrar una
solución. Van corriendo a casa de la Sra.
Quickly para tratar de que vuelva y convencen a
su padre de que le pida la mano. Esa noche, el Sr.
Brown se disculpa ante sus hijos por no
habérselo contado y ellos por haberse portado
mal. Vuelven a ser una familia feliz, aunque
sólo podrán disfrutar hasta la boda. Nanny
McPhee le dice al Sr. Brown que él ha aprendido
algo muy importante, a escuchar. Curiosamente, su
aspecto ha vuelto a cambiar.
Llega el
día de la boda y los Brown se enfrentan a un
terrible dilema. ¿Debe realmente el Sr. Brown
casarse con la Sra. Quickly? ¿Tendrán los
niños una idea brillante? La magia de la niñera
y la astucia de los niños da pie a una serie de
sorpresas hilarantes, transformando la temida
boda en un día glorioso para la familia. Nanny
McPhee sabe que ha llegado el momento de irse;
los niños la quieren, pero ya no la necesitan.
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