Cuando
Zeus creó al hombre, sólo le concedió
unos pocos años de vida. Pero el hombre,
poniendo a funcionar su inteligencia, al
llegar el invierno edificó una casa y
habitó en ella.
Cierto
día en que el frío era muy crudo, y la
lluvia empezó a caer, no pudiendo el
caballo aguantarse más, llegó corriendo
a donde el hombre y le pidió que le
diera abrigo.
Le
dijo el hombre que sólo lo haría con
una condición: que le cediera una parte
de los años que le correspondían. El
caballo aceptó.
Poco
después se presentó el buey que tampoco
podía sufrir el mal tiempo. Contestóle
el hombre lo mismo: que lo admitiría si
le daba cierto número de sus años. El
buey cedió una parte y quedó admitido.
Por
fin, llegó el perro, también
muriéndose de frío, y cediendo una
parte de su tiempo de vida, obtuvo su
refugio.
Y
he aquí el resultado: cuando los hombres
cumplen el tiempo que Zeus les dio, son
puros y buenos; cuando llegan a los años
pedidos al caballo, son intrépidos y
orgullosos; cuando están en los del buey,
se dedican a mandar; y cuando llegan a
usar el tiempo del perro, al final de su
existencia, vuélvense irascibles y
malhumorados
Describe
esta fábula las etapas del hombre:
inocente niñez, vigorosa juventud,
poderosa madurez y sensible vejez
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